¿Cómo fueron las relaciones entre Hitler y Stalin?
Las relaciones entre Hitler y Stalin fueron complejas y cambiantes a lo largo de los años. Aquí te contamos algunos datos.
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La historia del siglo XX estuvo marcada por dos de los líderes más polémicos y poderosos de todos los tiempos: Adolf Hitler y Joseph Stalin. Estos dos hombres gobernaron Alemania y la Unión Soviética respectivamente, y sus políticas y acciones tuvieron un impacto significativo en el curso de la Segunda Guerra Mundial y en la historia mundial en general. Sin embargo, a pesar de sus diferencias ideológicas y políticas, Hitler y Stalin mantuvieron una relación compleja y ambigua durante varios años. En este artículo, exploraremos cómo se desarrollaron las relaciones entre estos dos líderes y cómo esto influyó en el rumbo del conflicto más mortífero de la humanidad.
Mucho en común
En un principio, Hitler y Stalin eran aliados de conveniencia. Ambos líderes tenían objetivos expansionistas y compartían una visión similar sobre cómo deberían ser sus respectivos Estados. En 1939, firmaron el Pacto Ribbentrop-Mólotov, que garantizaba la neutralidad entre Alemania y la Unión Soviética. Este pacto permitió a Hitler concentrar sus esfuerzos en Europa occidental sin tener que preocuparse por una posible invasión soviética. Por su parte, Stalin recibió una parte de Polonia y los Estados bálticos como resultado de este acuerdo.
Sin embargo, esta alianza no duraría mucho tiempo. En junio de 1941, Hitler rompió el pacto y lanzó la invasión de la Unión Soviética, conocida como Operación Barbarroja. Esta traición dejó perplejo a Stalin, quien no esperaba una agresión alemana tan temprana. La invasión alemana resultó en una guerra brutal y devastadora que costó millones de vidas y que se prolongó hasta 1945.
Cambio en las relaciones personales
A pesar de esta traición inicial, Stalin se mantuvo en el poder y lideró a la Unión Soviética hacia la victoria sobre el Tercer Reich. Durante estos años de guerra, la relación entre Hitler y Stalin fue de odio mutuo y desconfianza. Ambos líderes se veían como enemigos implacables y estaban decididos a destruir al otro. Hitler veía a Stalin como el líder de un régimen comunista que representaba una amenaza para la civilización occidental. Por su parte, Stalin veía a Hitler como un líder fascista y racista que quería conquistar Europa y exterminar a los pueblos eslavos.
A medida que la guerra avanzaba y la derrota alemana se hacía más evidente, Hitler se volvió más paranoico y desconfiado de sus propios generales y colaboradores. Esto se vio reflejado en su relación con Stalin. Hitler creía que Stalin estaba conspirando con los británicos y los estadounidenses para derrocarlo y que solo la muerte del líder soviético podría garantizar la victoria alemana. Sin embargo, sus intentos de asesinato fracasaron y Hitler se sumergió aún más en la delirante idea de una guerra total y la aniquilación de los enemigos de Alemania.
Por otro lado, Stalin se mostraba cauteloso y desconfiado de las intenciones de los aliados occidentales. A pesar de las promesas de una coalición contra el Eje, Stalin temía que los británicos y los estadounidenses abandonaran la lucha contra Alemania y buscaran un acuerdo de paz separado. Estas preocupaciones llevaron a Stalin a buscar garantías de seguridad y a presionar a sus aliados occidentales para que abrieran un segundo frente en Europa occidental.
El final de Hitler
Finalmente, en 1945, las fuerzas soviéticas llegaron a Berlín y Hitler se suicidó en su búnker. Stalin se convirtió en el líder indiscutible de la Unión Soviética y tuvo un papel fundamental en la configuración del nuevo orden mundial de posguerra. Sin embargo, la relación entre Hitler y Stalin no terminó con la muerte del líder alemán. La Guerra Fría que siguió a la Segunda Guerra Mundial dividió al mundo en dos bloques ideológicos y políticos, y la rivalidad entre Estados Unidos y la Unión Soviética se convirtió en la nueva realidad internacional.
En conclusión, las relaciones entre Hitler y Stalin fueron complejas. Su enfrentamiento durante la Segunda Guerra Mundial definió el conflicto y dejó un legado de destrucción y sufrimiento.
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